Es una idea que aún escuchamos con frecuencia, pero es un MITO.
Esta estrategia es popular entre algunas comunidades que buscan bajar de peso, en especial entre algunos deportistas y amantes del fitness.
Generalmente siguen un menú preestablecido y preparan cuidadosamente cada una de las 6 o 7 comidas que harán durante el día, contando las calorías, pesando los gramos de proteínas y carbohidratos y (la mayoría) limitando las grasas.
Si ya conoces Keat, sabes que contar calorías es innecesario (y poco recomendable) y que una alimentación baja en grasas buenas es peligrosa para nuestro cuerpo. Más adelante podemos profundizar en estos temas, pero hoy queremos enfocarnos exclusivamente en los horarios y la frecuencia de las comidas.
Para esto, necesitamos voltear a mirar cómo funciona nuestro organismo.
Conectar con nuestro cazador-recolector interno
Cuando hablamos de nuestros ancestros, parece que eran muy distintos a nosotros. Puede ser difícil poner en contexto los tiempos. Aquí va un ejemplo que puede ayudar:
Se calcula que los Homo Sapiens aparecieron hace unos 200,000 años — los primeros humanos anatómicamente (casi) idénticos a nosotros.
Estos humanos empezaron a hacer los primeros cultivos hace unos 9,000 años.
Si el tiempo desde los primeros Homo Sapiens hasta hoy fuera UN día (24 horas), sólo habríamos tenido cultivos durante los últimos 64 minutos.
Durante las 22+ horas restantes, fuimos cazadores-recolectores.
Esta analogía puede ayudarnos a entender por qué nuestro metabolismo sigue funcionando de manera muy similar a la de esos ancestros nómadas.
Ellos podían pasar días enteros sin comer, moviéndose de un territorio a otro. Cuando encontraban alguna presa o una zona con alimentos, probablemente hacían comidas abundantes. Y cuando no encontraban animales, vegetales, hongos o algún otro comestible, pasaban por tiempos prolongados de ayuno. No tenían manera de conservar la comida durante mucho tiempo ni estaba disponible 24/7 como lo está para nosotros.
Su cuerpo estaba optimizado para aguantar (y funcionar magníficamente) estos periodos de escasez —y nuestro cuerpo también lo está, pues lleva todos esos miles de años en evolución en condiciones muy distintas a las de nuestras actuales ciudades industrializadas.
Para ampliar un poco más la perspectiva:
La idea de comer cada 2-3 horas se popularizó alrededor de los años 60, hace unos 50 o 60 años. Esto equivaldría a unos 25 segundos en esa línea de tiempo de 24 horas.
El cuerpo humano empezó a diferenciarse del de los primates hace unos 6 millones de años. Si el tiempo desde los primeros Homo Sapiens hasta hoy fueran esas 24 horas, el tiempo desde esta evolución previa sería de unos 30 días.
En resumen: 30 días de ser cazadores-recolectores, 64 minutos con agricultura y quizá 1 minuto con comida industrializada y con la idea de hacer más de 3 comidas al día, con snacks frecuentes, etc.
¿Qué quiere decir todo esto?
Que nuestro cuerpo sigue funcionando de manera muy parecida a la que perfeccionó durante esos miles o millones de años de evolución.
Está optimizado para aguantar periodos largos sin comer y funcionar magníficamente bien así.
Nuestros ancestros necesitaban músculos fuertes, velocidad, resistencia y un sistema inmune eficiente para sobrevivir.
¿Qué pasa si comemos cada 2 o 3 horas?
Se alteran múltiples procesos en nuestro cuerpo.
Cada vez que comemos, se activan los procesos necesarios para digerir esos alimentos: descomponerlos en partes, diferenciar entre las partes que nos sirven y las que no, transformar los nutrientes que sí nos sirven para que tengan la forma en que los podemos usar, llevar esos nutrientes hasta las células, desechar lo que no nos sirve, etc.
Todo esto requiere grandes cantidades de energía e involucra a muchos sistemas:
Sistema digestivo
Sistema hepático
Sistema hormonal
Sistema circulatorio
Sistema de desintoxicación
Sistema inmune
Es decir que cada vez que ingerimos un alimento, una gran parte de nuestro organismo se pone a trabajar intensamente. Nuestras células y órganos dejan de hacer lo que estuvieran haciendo y se disponen a digerir esa comida, pues no pueden permitir que se eche a perder dentro del cuerpo.
Digerir la comida se vuelve nuestra prioridad.
¿Cuáles son algunas de esas tareas que necesitan posponerse para poder digerir?
Limpiar los desechos y toxinas en células y tejidos
Eliminar células dañadas y reemplazarlas por células nuevas
Corregir células “confundidas” - que son el antecedente del cáncer
Combatir procesos de oxidación - los que conducen al envejecimiento
Como podrás ver, son procesos muy importantes.
Y sólo pueden suceder cuando nuestro cuerpo no está recibiendo alimentos (ni digiriendo los que recibió hace un par de horas).
Cuando comemos constantemente durante el día (picamos un poco de fruta, después un snack, después otros bocaditos, después una comida completa, otro snack…) no le damos oportunidad a nuestro organismo de dedicar su energía a estas tareas cruciales.
Para muchos, se altera también el proceso de la insulina, que es la hormona encargada de llevar el azúcar de los alimentos (ya transformada) hasta las células para que la conviertan en energía. Al comer constantemente (y alimentos de mala calidad, a menudo en grandes cantidades), su cuerpo requiere producir más insulina y aumentan los niveles de ésta y de glucosa en la sangre.
El cuerpo empieza a almacenar más de esos azúcares en forma de grasa en lugar de utilizarlos como energía. Y puede convertirse en resistencia a la insulina, aumento de peso alrededor de la cintura, inflamación en todo el cuerpo, envejecimiento acelerado y más alto riesgo de enfermedades del corazón y diabetes.
Entonces, ¿cada cuánto tiempo nos conviene comer?
No hay una respuesta única a esta pregunta. Pero sí hay claves.
Para respetar más nuestra fisiología es ideal:
Hacer MENOS comidas al día, en lugar de pasar todo el día comiendo constantemente.
En lugar de hacer 6, 7 o más comidas pequeñitas, podemos hacer 2 o 3 comidas más abundantes.
Mantener al menos 12 horas de ayuno nocturno, que es cuando naturalmente ayunamos. Si eso se siente difícil, podemos empezar con 8 o 10 y aumentar poco a poco.
Comer en sincronía con nuestro ritmo CIRCADIANO.
Nuestra capacidad digestiva es mayor en pleno día, cuando el sol está reluciente, pues nuestro cuerpo evolucionó de acuerdo a los ritmos de luz y oscuridad.
Por eso se recomienda que nuestra comida más abundante sea más temprano en el día (alrededor de media mañana o del medio día). Es clave que la cena sea más ligera y temprano, pues en la noche nuestra capacidad digestiva disminuye.Y sobre todo, ESCUCHAR lo que pide nuestro cuerpo.
Si no siento hambre, no necesito obligarme a comer sólo porque el reloj (o la dieta) indica que ya es hora.
Si tengo hambre, agrego más alimentos que sean de la mejor CALIDAD hasta sentirme satisfecho.
El mejor horario es el que te permita respetar esto y elegir los alimentos más saludables.
¿De verdad es tan sencillo?
Sabemos que no lo es.
Si estamos acostumbrados a botanear durante el día, es probable que sintamos hambre constante y que al dejar de comer durante más de 2 o 3 horas, empezamos a sentir fatiga, dolor de cabeza, ansiedad, debilidad, etc.
Pero nuestro cuerpo va a funcionar mejor si le ayudamos a restablecer los ritmos con los que ha evolucionado.
Además, no sólo sentimos hambre fisiológica, sino también:
Hambre emocional
Hambre de nutrientes que tenemos deficientes
Hambre de variedad (por comer repetitivamente los mismos alimentos)
Sed que confundimos con hambre
Estómago vacío (que no significa que necesitemos comer. Es justo en ese momento cuando nuestro cuerpo está realizando esas tareas de limpieza, desintoxicación y rejuvenecimiento que sí queremos que haga.)
¿Qué podemos hacer para dejar de comer tan seguido?
Una estrategia muy fácil es tomar un Kaldo Keat antes de cada comida.
Como el Kaldo es tan denso en nutrientes y en grasas saludables, ayuda a sentirte saciado durante más tiempo, sin sobrecargar tu digestión.
Puedes pedir un programa KILOS, que incluye 24 Kaldos para 8 días: uno antes del desayuno, uno antes de la comida y otro antes de la cena.
Después de una semana con esta estrategia, puedes tomar un Kaldo al día antes de cualquier comida. Es muy probable que disminuyan considerablemente tus antojos y que tu apetito se regule —así lo reportan nuestros clientes que ya son fans de los Kaldos.
Además, vas a notar cómo tu cuerpo va optimizando sus procesos gracias a que ya no tiene que digerir todo el día. Esto se siente diferente para cada persona, pero la mayoría nota que tiene más energía, que está de mejor humor, que puede pensar más claramente, que tiene menos dolores (de cabeza, de estómago, de articulaciones), que su estómago se siente desinflamado, que disminuye o desaparece el estreñimiento, que la piel se va limpiando.
Pruébalo y cuéntanos