Cuando ayunas, tu cuerpo empieza a utilizar la energía que tenía guardada en la “alacena”.
Ahí es donde están nuestras grandes reservas de energía.
En cambio, cuando estamos comiendo constantemente usamos la energía inmediata que viene de la comida, que es menor, cuesta más esfuerzo utilizarla, deja más desechos, cuesta más trabajo limpiar…
Imagínalo como una cocina: si tienes que preparar el desayuno le dedicas tiempo, ensucias tablas, cuchillos, sartenes, platos… Te queda delicioso, pero invertiste tiempo y energía en lavar, picar, cocinar y después limpiar todo.